martes, 5 de mayo de 2015

1.

Cómeme,

Y duérmete

Como si las nubes

fueran ha rendirse

con la luz del sol.


Cómeme,

por que tienes hambre.

Cómeme,

Cómeme,

Cómeme,

Y cómeme.

domingo, 18 de enero de 2015

Tormentas de nieve.

Parecía incontrolable, como una tormenta de invierno desatando toda su furia. Inestable. Descontenta. Vulnerable. Suicida. Rebelde. Todo aquello apareció en su mirada, frente la mía, a pocos centímetros de distancia. La respiración se evaporó en aquellos momentos, parecía que el oxígeno hubiese huido de mí, como si de una bestia fuera. Sus labios tan cerca de los míos. Entre rojos y marfileños, seducidos por la locura y la lujuria a tres centímetros de mí.  Su peso me aplastaba contra la cama y hacía que nuestros cuerpos se hundieran entre las pomposas colchas de nuestra madre. ¿Que podría ser aquello? No lo sabía, nada con ninguna certeza circulaba por mi cabeza. Solo estaba ella. Su cabello rubio rozaba mi rostro acariciando mi mandíbula con dulce anhelo. ¡Oh, el anhelo! ¿Eso era lo que realmente sentía? Anhelo... ¿Por mí? Sus plateados ojos se cerraron, su cabeza se coloco en el hueco de mi cuello y su cuerpo como si un gran peso la aplastara se derrumbó sobre el mío. Pobre mía. Dulce y querida mía. Sentí como parte de la desesperación se filtraba por los recovecos de su alma hasta mi ¡Oh, pequeña mía! Mis brazos la abrazaron, despacio y dulcemente. Así nos quedamos. Segundos, minutos, horas. Entre el sueño y la vigilia del amor prohibido, del amor perdido. Al tiempo me miro, con tristeza y amargura en sus ojos. Se acercó a mi como cuando cazas a un cervatillo y estás ya a su lado. Con nuestros labios rozándose casi por milímetros y después se levantó dejándome abandonada entre sueños y locuras. Entre secretos y sábanas. Entre nosotras y nada.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Sin primaveras.

el aliento. El sentido de verse perseguida entre las sombras nocturnas y las miradas de las estrellas. Los árboles, el bosque en sí convertido en una tétrica sombra de él. Dejando ver a la pálida luz de la luna y entre brumosa niebla ramas sin hojas, retorcidas. Entre lazadas creando una red de araña de colores mortecinos. Sus pasos no la llevaban a ninguna parte, solo le hacían correr, corría como si el suelo se estuviera hundiendo. Raíces sobresalientes hacían que tropezara, cayera, como si serpientes se enredaran en sus piernas dejándola cada vez con menos aliento. Cansada, sola, aterrorizada. Luchando contra todo por una causa perdida. Notó su cuerpo caer y ser aplastado bajo un cuerpo pesado, su cuerpo. Pequeñas y afiladas piedras arañaban su torso, su rostro, Como cuchillas empezaron a cortar su cuerpo cuando le dio la vuelta. Sintió como grietas se abrían en su espalda, en su piel y empezaban a sangrar.

-Me encanta tu caza.-dijo susurrante en su oído.

Las manos de él la empujaron más contra el suelo y deslizándose por su fina piel fue dejando huellas de sangre y barro tras de si. Sus bocas se besaron, los labios de él buscaban una respuesta ávida y llena lujuria. Mordiendo sus labios, haciéndola sangrar. Sentía como el embarrado suelo se la tragaba, poco a poco, como arenas movedizas. Hundiéndola. Haciéndola desaparecer. Su mente se colapsó, dejo pasar todo como si le ocurriera a otra persona. Como si lo que estuviera viendo fuera su pequeña televisión pixelada. Sus besos se apagaron y fueron devorando el resto de su cuerpo. El grito apareció de la nada y se expandió como una plaga por aquel abandonado bosque. Dejando solo un eco de desesperación y el sonido de una bofetada. La sangre empezó a recorrer su mejilla y el sabor de esta se mezclo con el barro del suelo. No creía que fuese a ser así.

Pero nunca se sabe como una persona va a morir.

Ahogo de invierno.

Esa frustrante sensación de ahogo. Como si el aire fueran toxinas y contagiaran todos los huecos. Cenizas de briznas mortíferas crecientes entre las vértebras, anclando el engaño y el daño. Ese veneno de las venas que explota en la cabeza y se adhiere al cráneo donde ni espátula llega. Esa frustración que se niega a irse, se mete dentro de ella y la desgarra. Como niños con sus castillos de arena, cuando casi están en las torres y el mar los baña. No dejando nada.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Letras con frío.

Estoy aquí, enterrada en medio del sol y la luna.

Cubierta de silencio, escondida en el olvido.

Extinguiéndome en la nada.

Sepultada en la oscuridad.


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Noto las cadenas, y no me dejan respirar.

Golpeo la pared, lloro y me ahogo, sin oxígeno en el aire.

Fuego que quema mi piel, mi corazón herido que no puede volar.

Me extingo, encerrada en esta habitación.

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Lo Más bello nuca lo podremos ver.

Ya que nuestros ojos,

meros observadores de nuestra propia destrucción

son incapaces de ver la belleza de su alrededor.

Ambiente de invierno

-.Párrafos inspirados en canciones de Ellie Goulding.-


Sus ojos me contemplaron. Me recorrieron las pupilas, el iris y la piel. Destapaban cada rincón de mi. Mi mente, mi cuerpo, mi alma... Cada puerta cerrada y cada ventana con pestillo que había dentro de mi desaparecían y se volvían cenizas. Su boca. Su boca volvía locos mis sentidos, el gusto y el tacto. Su sabor a caramelo.

Libertad. A si era él. Su vida, su humor, su cuerpo... Él en sí desprendía ese aroma que llamamos “Libertad” y con eso nadie puede contraatacar. Resistirse. Pelear. Tendemos a caer en un remolino de rutinas y él permitía un escape de todo aquello a lo que el mundo se siente atraído pero a la vez aterrorizado.

Sus manos acarician mis brazos, mi cuerpo y todo lo que yo podía darle. Si hubiese podido también le hubiera dado mi corazón. Escribo de gente que desprende sensaciones, pues ella desprendía amor por sus poros. Amor dulce y entrañable, amor duradero y sin pasaporte a otra emoción. A otra estación.

La extraño, es cierto no es mi mente un hervidero de sus imágenes y sus actos. No es un álbum de recuerdos donde se pueda encontrar momentos inolvidables. Solo inolvidables para mí... Esos movimientos de cabello y la mirada acompañante es lo único que se quedó tras ella. No es necesario nada más.

¡Cuéntame! ¡Cuéntame más! Te callas. Te silencias y sigues con tu vida pero a mí me tienes harta con tus juegos dementes. Demente, loco, es lo mismo pero con diferente significado para ti ¿Por qué? Maldito suicida, te quiero y encima me arrastras...

Te quiero, te quiero y te quiero... Palabras para mi que podrían contener un significado o un mundo tras ellas pero que ahora son solo palabras, sin sentido... Sin remedio... ¡No sé que hacer! ¿Qué podría decir? No lo sé... Ahora no lo sé y no quiero pensarlo más... Y es que solo tengo ganas de llorar. Matar. Destrozar y desmenuzar... Ya no sé... Mierda. Es que ya no lo sé.

Maldita sea tu manera de hablarme. Tu manera de descolocar todas las piezas de mi puzzle y de desordenar toda mi vida, pero ya da igual por que ya no importas, no existes. Ahora solo hay un nuevo universo sin ti y sin tus adictivas maneras de ser.

No tengo palabras. Y es que no quiero tener que explicarlo, tener que encontrar palabras exactas, dejar de ser abstracta... ¿Qué será de la imaginación si encuentro mis palabras? Imaginación es lo que falta en realidad, no son las palabras las que destronan mi versión y me podría reír de mi por que son mi imaginación y mi placer por ella la que me corta alas. Y me rió por que esto ya ni si quiera tiene sentido...

Excusas ante los peligros y los corazones abiertos, desprotegidos, desterrados a vagar sin caparazón. Sin protección. Eso es el miedo que tu tienes y a lo que no quieres enfrentarte. Excusas baratas a todo aquel contagiado por un descaparazonado.

Tonterías, solo eso significan nuestras peleas ¿Verdad? Que me engañes como a una niña y me destroces son pequeñas cosas que pueden pasar. Pues tendrás público en la próxima y en la siguiente para que sepan que no es perfección, no es amor... ¡No es nada! Maldito capullo. Eres un egocéntrico y un gran hijo de puta y ¿Quieres un tozo de verdad? ¿No? Pues estás jodido por que no pienso darte insurgencia. Acabaré contigo, con tu poder y tu superioridad. Estás acabado.

Coches entre la nieve.

El crujido de su pierna derecha, quebrándose, dejando se ver en una larga y fea herida. Las estúpidas descargas provenientes de su columna vertebral que le absorbían el sentido. La sangre fluyendo por el negro asfalto de la calle, roja, oscura, mortecina y envenenada. Dejándola incompleta, sola, sin manos ni brazos. Sin cuerpo. Era tan doloroso, había estado en el infierno pero sin dolor parecido, este era menos. Parecida a la placentera sensación de una nana cantada, susurrante, delicada. Su esencia fue desapareciendo, deshaciéndose entre los dedos de la muerte. Sus deseos de rozarla, verla, se habían cumplido. Su cuerpo quebrado fu abandonándose, poco a poco, respiración a respiración, y con un último aliento musito entre ilegibles palabras. 

-Es un buen adiós.